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Nocturnidad y Alevosía

Maquetas

Desde pequeño me ha gustado armar cosas. Primero fueron los puzzles. Fáciles, de nueve piezas y con muchos colores. Hay niños a quienes les gusta deshacerlos cuando están hechos. A mi no. A mi me gustaba contemplarlos y no dejar que nadie los tocara. Empecé con unos de nueve y acabé por miles de piezas.

Después fueron los mecanos. Seguía escrupulosamente las instrucciones de montaje y una vez construida la máquina infernal, no jugaba con ella, me limitaba a mirarla. La dejaba en una estantería para que nadie la tocase y pudiese yo contemplarla.

Lo mismo ocurrió con los castillos. Me encantaba montar sus murallas y puentes levadizos, colocar a todos los soldados en sus almenas y a la princesa en la más alta torre. Y así, quedarme mirando la obra terminada.

Mis aficiones se fueron complicando. Por mis manos pasaron también puzzles de madera tridimensionales, trenes eléctricos y finalmente maquetas de barcos. Lijaba las piezas, las encolaba, clavaba los clavos dorados en la cubierta, ataba las velas a los mástiles…

Desde que empecé, con los puzzles, hasta terminar con las más complejas maquetas, disfrutaba muchísimo durante el proceso. Pero una vez terminadas me ocurrían que ya no me entretenían. Una vez revelados sus secretos perdía el interés. Sin embargo no quería que nadie las tocara.

Cuánto sufría si otro niño venía a jugar a casa y cogía los soldados del castillo y se ponía a jugar con ellos. Ay, ay, que me va a romper la muralla. Cuidado con la torre…  Con lo que me ha costado levantarlo…

Si es usted un dilecto lector fiel sabrá ya por dónde van los tiros. Conquistar a una mujer es infinitamente más difícil, y por tanto infinitamente más gratificante, que montar el más grande de los castillos pieza por pieza. Hace tiempo que no construyo ninguno, ni termino ninguna maqueta, ni completo ningún puzzle. Me dedico a otras cosas más complejas. Lo malo de las mujeres es que no puedes meterlas en una urna y contemplarlas sin más una vez conquistadas. No son maquetas inertes. Pronto vendrá otro niño que querrá jugar con ellas. Hace muy poco perdí una maqueta. Sin querer, o queriendo… Qué más da. La dejé olvidada en la estantería. No es la primera que pierdo. Pero cada una es única y duele cuando se la llevan.

Sólo me resta esperar que esté mejor en otras manos y que un día me traigan una que no me canse nunca de montar. Disculpen la frivolidad.

 

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