Blogia
Nocturnidad y Alevosía

Mujer

Una cosa es ser gay, otra metrosexual. A mí no me pasa nada de esto, lo mío es diferente, me estoy volviendo mujer. Nunca me gustó el fútbol, por ejemplo, pero esto es un insignificante detalle. Podría tildársenos de tener cierta metrosexualidad porque nos preocupamos por nuestro aspecto, nos gusta cenar en sitios con encanto e incluso ir al cine a ver pelis que no sean de acción. Sin embargo, no es sólo eso, el asunto es mucho más profundo.

Los hombres van a comprar ropa, las mujeres van de tiendas. Ellos van generalmente cuando necesitan algo. Nosotras nos lo tomamos como una manera de pasar una tarde. Además voy con una o varias muymejoresamigas. Un síntoma gravísimo es que vas a comprar otra cosa que no es ropa, ves algo que te encanta y te lo compras, aunque por supuesto no lo necesites. Hace unas semanas le dije a un amigo: “¡Sácame de aquí antes de que me compre esta chaqueta!”. Otro síntoma es organizar tu semana en función de ese abrigo que viste el otro día en el escaparate y que se te ha metido en la cabeza comprar.

Ya tenemos la ropa, ¿y ahora qué? Ahora mandas un sms o haces una llamada a tu amigo para que esta noche no se ponga la americana de pana color camel, porque te la vas a poner tú. “Ponte tú hoy los pantalones marengo que yo los usaré mañana”.

Esto no es todo, es sólo el principio. Al día siguiente de, o en general cualquier día, incluso de diario, se queda a tomar un té con limón y una coca light para marujear sobre los últimos ligues o casiligues. Esto me llena de esperanza, porque si fuésemos mujeres ya del todo, nos juntaríamos para despellejarlos. Nosotros intercambiamos datos y decidimos estrategias, sin ponerlas verdes, o muy verdes, de momento…

Los sms recibidos también son ampliamente comentados, así como consultados los que se pretenden enviar. Existe una comunicación casi en tiempo real con tus otras muymejoresamigas. “Me ha respondido al sms y no veas lo que me dice. Tenemos que hablar …”

Algo empezaba yo a sospechar, pero cuando me preocupé de verdad fue el otro día. Llamé a un amigo porque andaba cerca de su barrio para ver si se tomaba unas cañitas. Todo muy de tiarrones.
-¿Qué pasa chavalote? Estoy por aquí cerca de tu casa, ¿hacen unas cañitas?
- Vale tío. Pero estoy llegando en autobús, así que tardaré unos quince minutos…

Hasta aquí todo correcto.

- Entonces te espero en el Prenatal que tengo que comprar un regalo para el niño de una amiga.
- Joder, nunca había quedado en un Prenatal con nadie.
- Joder, tienes razón. Yo tampoco.

La conversación que tuvo lugar veinte minutos más tarde es espeluznante:

- ¿… tú crees que me puede decir eso la tía esta?
- Hay que ver cómo son. ¿Prefieres el peto de pana o el vaquero?
- El vaquero. No vuelvo a llamarla para quedar.
- Claro que no, si quiere algo que te llame ella. ¿Con esta sudadera va bien?
- Sí, le pega bastante… pero mira ese jersey de punto, no sé. ¿Se puede cambiar si hay algún problema?

Los ojos de la dependienta no podían abrirse más.

Después de comprar el peto vaquero, que daba más talla, nos pusimos al día rápidamente porque me tenía que ir a hacer la comida. ¡Y ni siquiera nos tomamos las cañas!

Por suerte todavía no tenemos cambios de humor repentinos sin justificación, y aunque distinguimos el fucsia del rosa, afortunadamente aún somos incapaces de distinguir el color marfil del color hueso. No sé por cuánto tiempo.

0 comentarios