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Nocturnidad y Alevosía

Llega un momento en que lo ves

Tengo un amigo muy guapo, tanto que durante una época fue llamado el Rey del Pasillo. Luego perdió fuelle, tenía que estar a otras cosas. Me comentan que últimamente ha cambiado de pasillo pero ha recuperado la corona. Hay grandes historias suyas que recuerdo, pero por suyas no las contaré yo aquí. Sin embargo, hay algo que me dijo una vez que se me quedó grabado. Hay frases que se te quedan, sin que se sepa bien cual es la razón, se duermen en tu subconsciente hasta que un día algo las despierta. Me dijo: “…y entonces llega un momento en que lo ves, ya está, se abren todas las puertas…”

En el momento de mi vida en que me lo dijo le creí, para eso es un amigo. Pero fue un acto de fe, hasta que no te pasa no puedes entenderlo de verdad. Es lo malo que tenemos, que por mucho que nos cuenten, leamos o veamos hasta que no lo vivimos no lo comprendemos realmente. Cada uno tiene que vivirlo todo solo, lo cual le da emoción a la vida, si no con sentarse a oír sería suficiente. Yo aún no lo había vivido, estaba a otros menesteres. Para ser benevolente conmigo mismo diré que soy un tipo precoz, tanto que me he saltado muchas cosas, vamos, que me las he perdido. Así que últimamente trato de recuperar el tiempo tratando de hacerlo salvaguardando la dignidad. Quiero decir que si cuando cumpliste diez años en tu fiesta no había piñata y quieres celebrar tu trigésimo cumpleaños con una, puedes hacerlo, pero has de cuidar las detalles para no perder el poco pundonor que te quede.

Comencemos ya con la parte de nocturnidad y alevosía del asunto. Los chamanes toman sustancias opiáceas en ritos ancestrales para abrir su mente y tener experiencias astrales en las que su alma se funde con el cosmos y todos esos rollos. Nosotros, que somos más de andar por casa, nos ponemos finos de whisky al ritmo de música pachanguera en garitos de moda. Y oye, mira tú que no sé si el alma se funde con el cosmos, pero flotamos por el universo que da gusto, en particular por la parte del mismo que comprende el garito. Una vez estamos levitando y con la mente tan embotada que la creemos liberada comienza el consabido rito ancestral: la ves, te gusta, te acercas, comienzas a hablar. Hablar de nada, banalidades, hablar por hablar, es un trámite, es el protocolo del ritual. Sigues todos los pasos uno por uno, movimientos y oraciones mil veces repetidas. Vas entrando en trance, te dejas llevar… “y entonces llega un momento en que lo ves, ya está, se abren todas las puertas…”

Sí, quizás está feo decirlo, pero justo antes de besarla me acordé del Rey del Pasillo, porque le comprendí perfectamente.

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