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Nocturnidad y Alevosía

La subasta

Me gusta la teoría matemática de juegos. Es una rama muy seria de las matemáticas, no se dejen engañar por su nombre, con un montón de aplicaciones sociológicas. Desde que lo descubrí en un libro sobre el tema hay un juego malvado que me encanta hacer a veces, cuando me encuentro en un grupo de personas que me conocen lo suficiente como para que haya cierta confianza pero no tanto como para que sepan de qué va el lío. El juego consiste en subastar una moneda normal y corriente, por ejemplo un euro. Es una subasta como todas, se da un valor inicial a partir del cual se comienza a pujar. La única diferencia es que han de pagar, por un lado, el que más ofrezca, y llevarse el objeto subastado, pero también el segundo que más ofrezca, sin llevarse nada. No se puede empezar a pujar si no se aceptan las reglas. Comencemos con 5 céntimos, una ganga. Varios avezados pujadores lo ven claro, y entran al trapo: 10, 15, 20 céntimos. Las primeras apuestas son vertiginosas. El subastador tiene que ser rápido y no dejar pensar a su clientela. “1 euro por 20 céntimos, estamos que lo tiramos, ¿Quién ofrece 25?…”, “25”. “¿30?”. Llegados a este punto más o menos, la gente comienza a pensar (aunque ya es tarde, pero no lo saben). Arrancar las siguientes pujas cuesta más, a no ser que sepas lo que tienes que hacer… Hay que apretar al segundo: “¿Vas a pagar 25 céntimos por nada, mientras él se va a llevar un euro por 30?”. Lo piensa y ofrece 35… y su compañero 40. Ya sólo pujan dos, los demás se retiran sigilosamente. Esta tensión puede mantenerse hasta más o menos los 80 céntimos, momento en el que hay que volver a cambiar de táctica, pues la gente empieza a barruntar que en breve no se tratará de ganar dinero sino de perder lo menos posible. “Un euro”, dice alguien finalmente. “¿Vas a pagar 90 céntimos por nada?”. “Joder… Un euro y 5 céntimos”. Ja ja ja, me encanta este juego. Nótese que el subastador lleva ganando dinero desde que los dos superaron los 50 céntimos, es lo de menos, el momento de superar el valor de la moneda subastada es mi favorito, ¿qué fue de la ganga?. Nuevo cambio de táctica: “¿Prefieres pagar un euro y 10 céntimos y llevarte un euro, o pagar 1 euro y cinco céntimos y no llevarte nada?”. La cosa cada vez se pone más fea, es una carrera para empeorar que no puedes parar. El único modo es que uno renuncie, y será el que más pierda. Prueben el juego cuando puedan, la gente realmente entra al trapo y apuesta, si el subastador es un pelín convincente. Yo mismo me quedé asombrado la primera vez de lo fácil que resulta.

Un hecho de la vida cotidiana que sigue el mismo esquema es el siguiente: Tienes una cita y decides ir en autobús, tienes tiempo de sobra y cuesta muy barato, ni se te pasa por la cabeza coger un taxi, carísimo. Pero el tiempo pasa y el autobús no viene. Aún tienes margen para gastar más tiempo (seguir apostando). Llega un momento en que si aparece el autobús llegas justo a tiempo a tu cita (la apuesta asciende a un euro), a partir de ese instante llegarás tarde. ¿Cuánto tiempo estás dispuesto a llegar tarde? Cinco minutos, diez minutos, tic, tac, tic, tac… Y el autobús no viene. Hay un momento en que no puedes permitirte llegar más tarde y decides coger un taxi. Finalmente has llegado tarde y has pagado un alto precio. Cada jugardor decide cuánto tiempo (y dinero) está dispuesto a perder. En ambos casos se entra en el juego casi involuntariamente, conoces las reglas, pero no eres consciente realmente de su alcance.

Si son fieles lectores esperarán otro ejemplo, un tanto frívolo, aunque real, con el que concluir de forma divertida. Imaginen una subastadora, que se subasta entre dos pretendientes. Todos conocen las reglas, saben que hay dos pujadores, un premio y que ambos pagarán el precio, aunque sólo uno se lleve el preciado objeto. Las apuestas son cada vez más fuertes, llega un momento que aún llevándose el premio ambos perderán más de lo que puedan ganar. Finalmente uno desiste y se rinde, prefiere perderlo todo que seguir apostando por lo que tan vehementemente deseaba…

No se sabe cuando se comienza una subasta como esta hasta que se está bien dentro, no puede elegirse ser pujador. Sin embargo, ocurre que a veces toca ser subastador sin haberlo elegido… ¿o no están ustedes de acuerdo? ¿Debe el subastador detener la subasta? ¿Por qué? ¿Y si no puede? Hay quien tiene estas respuestas muy claras, otros no tenemos tanta suerte.

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