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Nocturnidad y Alevosía

La majada de ovejas blancas

Todas juntas las ovejas paciendo en su majada se hallaban dichosas. Su lana reluciente, sus orejas gachas, paciendo con fruición. Tan sólo un leve balido se oía de tanto en tanto. Un balar de felicidad, pero bajito no se te vaya a oír mucho.

Vaya historia tan aburrida sería si no llegasen a perturban esta calma chicha bien el lobo o bien la oveja negra. Claro, que sería mejor que llagase el lobo con piel de cordero o, rizando el rizo, con piel de oveja negra… Pues bien amiguitos, sucedió algo peor aún. Un día el pastor trajo, no una, sino dos ovejas negras acompañadas de otra, más negra aún y con una cara rara, como de lobo. La tragedia se avecina.

Las tres ovejas eran astutas y no comenzaron a llevar a cabo sus aviesos planes hasta no haberse ganado la confianza de las recelosas ovejas blancas. Es más, no urdieron éstos hasta haber conocido el carácter de sus semejantes con detalle. Qué malvadas las ovejas negras…¿qué obscuro fin perseguirían?

Al fin llegó el día de ejecutar el plan. Las ovejas negras, propusieron a las blancas salir de la majada y conocer otros sitios donde pacer. Lo pintaron muy bonito, como eran tan malas... Lleno de ventajas, de atractivos, incidiendo donde sabían que más escollos se plantearían, para eliminarlos de antemano.

Evidentemente se armó un revuelo tremendo, la voz corrió como la pólvora… Pero nadie se decidía. Algunas pensaban que estaba muy bien lo que decían y cómo lo contaban, pero que no iban a ser ellas las primeras, que si después las demás se decidían… a lo mejor, y seguían dándole a la hierba. Otras decían que si no iban allí algunas cabras para animar la cosa, de las que habían oído hablar en bellas fábulas, no merecía la pena moverse. Se arremolinaban en grupos y lo hablaban, pero como nadie se mojaba… Había quien se preguntaba acerca del verdadero propósito encubierto que tal ofrecimiento escondía…es que las ovejas eran tan negras. “Mira, mira esa. Juraría que es un lobo…”

Una oveja, pobre descarriada, decidió aventurarse y unirse al periplo propuesto por las otras. Finalmente partieron. Lo que la oveja descarriada descubrió entonces fuera de la majada, es que todas las demás ovejas eran negras y compartían sus pastos con cabras de esas tan graciosas y bellas, y con lobos, que también eran muy majos. Y se divirtió mucho, tanto que de la risa se le volvió la lana negra y lo agradeció, y no quiso volverla blanca nunca más.

Las demás nunca supieron nada, sólo conjeturaban sobre lo que a la pobre descarriada le habría sucedido, pero lo hacían en bajo y sin dejar de pacer demasiado tiempo.

Las tres ovejas negras nunca volvieron por la majada.

Antaño me sentí lobo,
hoy oveja descarriada,
quizás mañana yo sea
una más en la majada.

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