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Nocturnidad y Alevosía

Viajar en taxi con personalidad

Durante mucho tiempo alimenté a varias familias sustentadas por un padre de familia taxista. Y es que antes de comprarme un coche viajaba mucho en taxi, pero mucho, me decían mis conocidos. Ahora ya no cojo tantos y lo echo de menos. No por el precio, sino porque desarrollé una costumbre durante esos añorados viajes, y ya no la practico.

La mayor parte de la gente cuando sube a un taxi sufre. Es algo que crea mucha ansiedad, más si es en una gran ciudad. Primero tienes que pararlo, eso si aparece, porque a veces, hasta que llega… Los taxis, en general y evitando a los viajeros compulsivos como yo, se cogen en contadas ocasiones en las que, por alguna causa, tienes prisa. Así que antes de montarte ya estás en tensión, y el taxi que no aparece… Aún así las cosas se pueden poner peor, porque puede haber competencia en la acera, cabrones sin escrúpulos que intentan colocarse en posición ventajosa para arrebatarte tu taxi. Hay todo tipo de triquiñuelas, como mejor se aprenden es habiéndolas sufrido. Yo sé mucho porque me han birlado muchos esos cabrones.

En fin, que te montas atacado. Te sientas, pero no te relajas, ni mucho menos. Le dices donde quieres ir, a la defensiva, porque tienes la impresión de que como no parezcas un avezado viajero te la va a jugar en cuanto pueda. Así que a fingir que te conoces Madrid mejor que él, que a ti no te la pega, aunque no tengas ni puta idea de ir. He aquí el origen de mi afición: fingir frente al taxista, divertidísimo.

Pero sigamos. Una vez le has dado la dirección y unas directrices para que no te dé varias vueltas a la M-30 antes de dejarte en tu destino, llega el peor sufrimiento. Tenso como te hallas, sólo piensas en lo que harás una vez bajes del taxi. Pero no, el tío no te deja. Se pone a hablarte. Madre mía, qué suplicio. Tienes varias opciones según tu estado de ánimo: callar con cara de odio, decir “mmm” de vez en cuando a la vez que asientes con la cabeza o seguirle la conversación metiendo baza como puedas con un “diga usted que sí”.

Yo me harté y me rebelé. Así que decidí comenzar a fingir personalidades. Tengo tremenda afición. Mi favorito es el futbolero del equipo contrario, los saca de quicio. Me encanta que se vayan cabreando solitos, metes la puya y luego indiferencia, no falla. Mi objetivo último es que estén tan cabreados que me echen del taxi y me salga gratis la carrera, pero he de confesar que no lo he conseguido aún.

Hacerse pasar por pepero o sociata para llevarle la contraria es bastante fácil, me aburrí enseguida. Es mejor hacerse pasar por más pepero o más sociata que el propio taxista. La lengua me tenía que morder a veces, para no reírme.

Un tema muy bueno es preguntarle si se liga mucho en el taxi. Todos empiezan con modestia, pasan a el “porque yo no quiero”, luego al “ahora no, pero cuando era joven” y finalmente con el “mira, te voy a confesar que…” Si la carrera es larga te puedes morir de la risa. Recuerdo que uno me contó dónde escondía los teléfonos de las presuntas clientas para que su mujer no se los pillara… Sacó un burruño de papeles arrugados y garabateados de un rincón del salpicadero. Qué dinero más bien pagado el de esa carrera.

Otra muy buena es fingir que haces una llamada al móvil y empezar a decir barbaridades, contándole a un amigo que te has tirado a la mujer de otro amigo, o que te lo montas con dos a la vez, depende de lo inspirado que tengas el día y de los ojos como platos del taxista. Intenta poner cara de póker, pero te observa por el rabillo del ojo a través del retrovisor. Está en el bolsillo, ya puedes colgar. Ahora le comentas la llamada, agregando nuevas burradas y contándole las que vas a hacer cuando te bajes del taxi. El tío se lo pasa en grande sonsacándote. Intentará contarte historias de juventud, pero tú no te dejes. Una variante es contarle de dónde vienes y lo que has hecho, depende de la hora.

Hay muchas más personalidades que se pueden fingir. Improviso según el día y el tipo de taxista. Otra muy buena es la de meterse con su coche o ponérselo por las nubes, para luego, cuando esté diez centímetros por encima del suelo, hacerlo caer con estrépito: “no está nada mal para usted”, porque a los taxista se les trata siempre de usted.

Los taxistas te abruman con sus peroratas si te dejas, yo ya tuve mi ración, por eso decidí vengarme. Ahora al montar en taxi ya no sufro, ya no voy tenso y me divierto mucho, cuestión de supervivencia. Hay que subir al taxi con personalidad, aunque esta cambie de un día para otro. Anímense amigos.

6 comentarios

Raquel -

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Gracias

Marta -

Simplemente genial, pero has olvidado una gran historia de taxis que aun no has llevado a cabo, aunque reconozco que estuvimos a punto, se resume en una frase: "¡por favor, siga a ese taxi!"

Maria Luisa -

Te recuerdo que mi padre, desde no hace mucho, es taxista, y deberías oir las historias que cuenta cada día de la gente que lleve y trae de un sitio a otro, intentaré hacer una compilación para que te rias un rato...
Besos

Alberto "The Great" -

Un amigo comun a ti y a mi debia pensar algo asi cuando en un taxi se hizo pasar por... En fin, ya te lo contare con unas copitas de por medio. O que te lo cuente el.

Pelao -

Sinceramente no he leido todo tu parrafada pero si Elsa ya la conoe yo tambien asi que obviare el leermela, lo siento Kevin, y decir sola una cosa las pocas veces que he viajado en taxi en el estado en el que iba era tan deplorable que sinceramente no me he enterado de como ha sido ni de nada solo pagaba cuando veia mi portal.
Un saludo tio bueno.

Elsa -

Ha estado muy bien, lastima que muchas de nosotras hayamos oido esta historia cientos de veces.
Besos