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Nocturnidad y Alevosía

Peluqueras

Ayer me corté el pelo. Me gusta como me lo han dejado, lo cual no siempre ocurre. Cortarse el pelo es una experiencia arriesgada. Bien es verdad que es fácil eludir el riesgo. Tengo un amigo que cada mes va a cortarse el pelo a “la Neli”. No tiene ni que hablar, llega allí y “la Neli” se lo corta como siempre, como a él le gusta. Uno es más frívolo para estas cosas, también.

Me conozco a toda la plantilla de mi peluquería habitual. En la sala de espera rezo porque no me toque el tío pesado ese al que le gusta hablar con los clientes. No lo corta mal, pero es un plasta. Yo le dejo hablar, como a los taxistas y sólo respondo con sí, no, mmm o ajá, porque si le das pie es peor. Luego está la tía que peor me lo ha cortado nunca, no sólo por el resultado, nefasto, sino también el por proceso, irritante. Logró sacarme de mis casillas. Miro de reojo y compruebo que no está mi peluquera favorita, la que mejor me tiene cogido el punto, qué le vamos a hacer.

La peluquera que me tocó ayer me encanta, ya me lo ha cortado otras veces. La tía es fea, pero fea, fea y con una cara de mala leche que asusta. Y esas ojeras… He visto vampiros con aspecto más saludable. Parece que te va a clavar las tijeras en lugar de cortarte le pelo con ellas. Se dirige a mí con tono educado, pero seco: “Siéntese ahí, por favor, voy a lavarle el pelo”. Como para decirle que no, con esa cara. Entonces comienza a echarte el agua, luego el champú, momento en el que me rindo totalmente. ¡Qué manos tiene! Eso es un don, no se aprende. No te toca, te acaricia, no te frota, te masajea. Por fin te corta el pelo. Se toma su tiempo, lo cual agradezco. Da vueltas y vueltas, cambiando de instrumento de vez en cuando. Esas manos delicadas de finos dedos huesudos manejan la tijera y el peine con experta rapidez. Con candorosos movimientos vuela suavemente de las patillas a la nuca, de la coronilla al flequillo. Chas, chas, chas. ¡Madre mía, qué no pare nunca! ¡Qué manos! Una pena no ser como esas muñecas que les tiras del pelo y crece, volvería otra vez mañana a que me lo cortara ella.

Mientras ella prosigue con su diario quehacer miro su reflejo en el espejo y pienso: “si fuera más guapa y no fuera tan seca sería perfecta”. Entonces me doy cuenta de que no hace falta que sea perfecta. Pero es que nadie lo es. Sería absurdo no disfrutar de lo bueno que tiene sólo porque todo lo que tiene no es tan bueno. A veces hay quien pierde de vista idea, si es que alguna vez la tuvo. Hay quien discrepa profundamente.

Dejo al dilecto lector fiel que ponga en concordancia peluquera con pareja y pruebe a jugar con conceptos como cambiar de peluquera y ver qué resultados produce, comparando virtudes y defectos, o tener una peluquera que te tiene cogido el punto y por fin, encontrar tu propia Neli… Como venía diciendo, a pesar del riesgo soy un tanto promiscuo tratándose de peluqueras.

3 comentarios

Anónimo -

Puto divo...

Anónimo -

Tu sigue buscando con esa idea, que un día va a llegarte un peluquero super fashion con unas tijeras enormes y cuando te quieras dar cuenta...vas a cambiar hasta de peluquería

Anónimo -

Y sin tratarse de peluqueras también!