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Nocturnidad y Alevosía

Diofánticos

Las ecuaciones diofánticas son aquellas que se resuelven encontrando dos soluciones enteras. Un ejemplo es cómo sumar siete puntos con dos dados (1-6, 2-5, 3-4). Tienen este nombre en honor a Diofanto de Alejandría, al que se tiene como fundador del Álgebra. En el margen de una edición de su libro más famoso, Aritmética, fue donde Fermat realizó las anotaciones que dieron lugar al problema más popular de los últimos siglos: el último teorema de Fermat. En fin, tipos raros dedicándose a cosas ininteligibles para la práctica totalidad de la humanidad, pero útiles, muy útiles, creo.

Sin embargo, me quedo con otro tipo de problema diofántico, es decir, encontrar dos soluciones enteras. ¿Es posible mantener dos relaciones simultáneamente y hallar una solución para mantener las dos enteras, sin renunciar a ninguna de ellas? Siempre lo fue, el adulterio no es nada nuevo, pero la tecnología ayuda: los móviles de prepago que preservan el anonimato del propietario, el correo electrónico web y de forma espectacular el software de mensajería instantánea. Antes, mantener oculta a una querida que aspiraba a que la montases un pisito tenía sus complicaciones. Ahora también, pero la privacidad, potencia y versatilidad de los sistemas de comunicación ha puesto las cosas mucho más fáciles. Sospechen, amigos, si sus esposas les dicen: “Ay, cari, cómprame un móvil. No por nada, si yo no lo uso, ya sabes. Es por si un día pasa algo…, así estoy más tranquila. Seguro que lo llevo todo el día desconectado en el bolso. Y como no voy a hacer mucho gasto, pues de tarjeta de esos, no merece la pena un contrato (y menos a tu nombre, cabrón, para que sepas a quien llamo)”. Claro que puede ser peor: “Oye, cielo. Hazme una cuenta de esas de correo, que Loli me quiere mandar chistes del internet y fotos de animales con poesías y nunca puede”. Internet es un hall de entrada al averno, con muchas puertas diferentes, según el infierno al que quieras entrar… “¿Qué haces ahí tanto rato escribiendo, maridito mío?” “Nada, nada, no no. Esto…, aquí, chateando con Fernández, el del curro, que me está diciendo unas páginas para bajarse pelis en dvd”. “Ya”. Desconfiad amigas mías.

El problema fundamental, de todos modos, una vez resuelto el de las comunicaciones, es encontrar una excusa para estar con la otra persona sin que lo sepa la primera. Es como los servidores informáticos, cuanta más información compartida exista, menos permisos tienes que pedir. Si se tienen dos amantes y saben que lo son, se hace y deshace sin mucho problema. Pero es un estatus difícil de alcanzar y que además suele ser efímero. Más habitual es que una persona lo sepa y la otra no. En realidad suele ser “la otra” la que lo sabe. La última y más estresante opción es que ninguna de las dos lo sepa. Entonces comienza el encaje de bolillos. Ya lo dice la canción de Baute: ”…amar a dos/ siempre camino en el filo…”.

Pero el ser humano es listo, a veces muy listo, más cuanto más se trate de preservar su amenazado pellejo o sus intereses propios, porque también es egoísta y malvado. Si no fuera así no tendríamos siete artes (u ocho, si se incluye el digital) y la vida sería anodina. Lo que toca lo convierte en arte, se especializa de manera enfermiza en cada tarea a la que se dedica. No es lo mismo comer para sobrevivir que la alta cocina, el sexo para reproducirse que el fetichismo, preguntar la hora que las técnicas de tortura militares. Lo mismo ocurre con la infidelidad.

- Amor, aprovechando que hoy viernes salgo a las tres y no tengo que recoger a los niños hasta las cinco y media, voy a comerme un sándwich y hacer unas compritas (y tirarme al jovencito que me tira los trastos en el gimnasio desde hace un mes).

- Claro, vida. Yo llegaré hoy un poco más tarde, que tenemos que visitar a un cliente en Toledo (y ya que estoy me tiro a la becaria en el hotelito que me recomendó Sánchez).

Clásicos. Pero tirarse a alguien esporádicamente es fácil, lo que eleva la infidelidad a la categoría de arte es hacerlo habitualmente con la misma persona. Ir a cenar, al cine, escapadas de fin de semana, pasar juntos la noche entre semana… Hasta obtener dos relaciones simultáneas, dos soluciones enteras.

Sed precavidos, tanto si queréis ser diofánticos como si teméis ser diofantados.

2 comentarios

kalimero -

kevin, no me lo puedo explicar: ¿de dónde sacas tanto tiempo libre?

Pelao -

Arrrrrrrrrrrrrrrrrrggggggggggggggggggggggggggggggggggggggg